En los últimos 50 años, los científicos han podido comprobar los efectos a corto y largo plazo de determinadas prácticas de crianza. Uno de los estilos de crianza más estudiados es la crianza con apego, que no es sino un término acuñado por el Dr. William Sears pero usado por muchos otros autores a nivel mundial. La crianza con apego es una filosofía de crianza basada en los principios de la teoría del apego formulada por el psiquiatra y psicoanalista británico John Bowlby en los años 50.
La necesidad del bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente; como diría Inés di Bartolo “La relación profunda con otra persona es, desde el principio y hasta el final de la vida, la experiencia más potente. Nos construimos, nos conocemos y nos pensamos a nosotros mismos a través de nuestros vínculos.” El apego.
El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. El apego proporciona la seguridad emocional al niño puesto que se siente aceptado y protegido incondicionalmente. Es un vínculo especial que nos une a algunas personas muy especiales en nuestra vida, personas que tienen una potencia especial para nosotros. Nos volvemos a ellas en momentos de estrés, dolor, felicidad, con las que necesitamos conectar en momentos de movilización afectiva y emocional. Este vínculo tiene vigencia a lo largo de la vida, como decia Bowlby, “desde la cuna hasta la tumba”.
Los bebés nacen con un repertorio de conductas las cuales tienen como finalidad producir respuestas en los padres. La succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad del contacto físico con sus padres, no son sino estrategias del bebé para asegurar su sobrevivencia. Con este repertorio de estrategias, los bebés buscan mantener la protección y proximidad con la figura de apego. Se resisten y protestan ante la separación, usan sus sonrisas para cautivar a los adultos y utilizan el llanto para comunicar su necesidad de ser atendidos. Las figuras de apego de un bebé constituyen su base primordial de seguridad que les permite explorar el mundo sin temores.
La tesis fundamental de la teoría del apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). De acuerdo a la teoría del apego, un fuerte vínculo emocional con sus padres es precursor de la seguridad y de la empatía en las relaciones personales en la edad adulta. Un inadecuado establecimiento de un vínculo seguro en la infancia puede conllevar a dificultades psicológicas.
La crianza con apego, propuesta originalmente por John Bowlby, afirma
que el niño tiene una tendencia a buscar la cercanía a otra persona y se siente seguro cuando esa persona está presente y es sensible a cubrir sus necesidades tanto físicas como emocionales. Bowlby había propuesto en 1951 la hipótesis de que la privación materna no sólo causaba depresión en la niñez, sino también hostilidad e incapacidad para establecer relaciones saludables en la vida adulta. Dentro de esta teoría los niños biológicamente están “diseñados” a estar apegados a sus padres, no sólo para satisfacer sus necesidades sino porque son seres profundamente sociales (Marrone 2009).
La teoría del apego constituye uno de los planteamientos teóricos más sólidos en el área de la psicología infantil. Desde sus inicios a finales de los años cincuenta, esta teoría se ha visto afianzada y enriquecida por una gran cantidad de investigaciones realizadas en los últimos años.
Inés di Bartolo se refiere al vínculo con las figuras de apego: “Sólo unas pocas personas, aquellas especiales como los padres en la infancia, o la pareja o un amigo íntimo en la adultez, tienen la potencia única de una figura de apego: dar seguridad, generar la calma y la regulación emocional en los momentos de mucha intensidad, y habitar nuestro mejor funcionamiento.” “La figura de apego cumple una doble función: es complementariamente una base desde la cual explorar y un refugio al cual volver cuando se presentan situaciones difíciles. En condiciones de estrés, la función de refugio de la figura de apego es evidente: se busca inmediatamente el contacto con ella, y ese contacto calma, consuela, da protección, y permite minimizar el efecto negativo. En condiciones normales la función de la figura de apego también es básica, aquí como base: saberla disponible da seguridad y respaldo para animarse a más. A lo largo de toda la vida el bienestar y la salud mental de una persona dependen en gran medida de su capacidad para formar un vínculo con una o más figuras confiables, que sean capaces de sintonizar emocionalmente con ella y de darle sostén emocional y protección en la necesidad, aliento y respaldo en los momentos tranquilos”. Inés di Bartolo. El Apego.
Teniendo en cuenta lo anterior, “sensible y disponible” quiere decir, que debemos estar atentos a las necesidades de los niños, empatizar con éstas, comprenderlas desde su mundo y no desde el nuestro (sensibilidad) y estar presentes para satisfacer sus necesidades y para contenerlos en el momento que lo requieran (disponibilidad) y así sientan que pueden confiar en que ese vínculo les proporciona seguridad. Citando a Bowlby, “Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación”.
Como diría Mario Marrone “Para ser capaz de amar y disfrutar, el bebé debe ser amado y disfrutado”…y lo complemento con una de mis frases favoritas, “Dime cómo eres amado y te dire cómo amas”.
Paola Flórez Ardila
Psicóloga- Neuropsicología del Desarrollo Infantil- Teoría del Apego
Certified Positive Discipline Parenting Educator
Terapeuta Motivacional
Miembro de la Asociación Antioqueña de Educación Infantil
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